martes, 22 de mayo de 2012

Evolucion de su Vestimenta


La equipación que recibía el nuevo templario quedaba bajo su entera responsabilidad, sin poder compartirla con nadie, ni siquiera la más pequeña de sus prendas. También estaba obligado a cuidar el equipo con el mayor esmero, porque su vestimenta y su aspecto externo siempre debía ser la mejor imagen de su condición de monje-caballero.
Como ropaje personal recibía un par de camisas, el mismo número de calzas y mantos (uno de éstos, el de invierno, provisto de un forro de oveja o carnero), una pelliza, un sayón, una capa, una túnica, un grueso cinturón de cuero, dos bonetes (uno de algodón y otro de fieltro) y un par de zapatos. Para la cama se le proporcionaba un jergón, dos sábanas, una manta ligera o estameña y una manta gruesa. Todas llevaban unas rayas blancas y negras, que eran los colores del Temple, ademas de la cruz roja, que se cosía o se pintaba en el lugar más visible.
    
 
El equipo que distinguia a los Caballeros Templarios hacia 1120, poco después de sus formación, estaba compuesto por una cota de mallas y un casco como el que vemos en la imagen de la derecha.
 
 
Treinta años más tarde, en 1150, se añadió a la cota de mallas el escudo alargado y la oriflama.
 
 
Un siglo después, año 1250, ya se aprecia el cambio hacia la típica armadura del siglo XIII, que incluía el calzado de malla y el yelmo cerrado.
 
El estandarte del Temple, que portaba un abanderado en las batallas, consistía en dos franjas horizontales: negra y más estrecha la de arriba; blanca, la inferior. Se denominaba Beaussant o "la bella enseña".
El Baussant

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